martes, 11 de junio de 2013

                         

         "Un buen poema es como una buena casa: con alguna instrucción previa, todos podemos comprobar si los materiales son de calidad, si están acertadamente utilizados, si la distribución es cómoda: pero otra cosa es que nos guste la idea de vivir ahí."
 (Francisco Rico)

¡Mañana lluviosa de junio! 
     Hoy observé una "clase" de lengua y literatura (con jóvenes adolescentes entre 13 y 15 años). Hubo muchas ausencias: el sentimiento, la pasión, el entusiasmo, la alegría, la sorpresa, la diversión, la creatividad, la vida..! Asistí (no es la primera vez, pero sigue siendo desgarradoramente doloroso) al sacrificio del texto poético, a la disección de la palabra y a su distanciamiento o alejamiento de nuestro ser. 
       La "clase" de hoy - movida por la preocupación por la evaluación de la próxima semana-  centró la atención del docente (no la de los estudiantes) en parte o fragmento de un poema cuyo título y autor fueron omitidos (yo también lo haré para "retar" la curiosidad de lectores y lectoras) y que a continuación transcribo:
"Recuerdos de aquélla edad
de inocencia y de candor,
no turbéis la soledad
de mis noches de dolor:

pasad, pasad,
recuerdos de aquélla edad"
...
     Particularmente no lo conocía. Estas estrofas resultaron de interés para mí por su tono evocador, melancólico y triste. Los versos iniciales preparan a quien lee o escucha para una revelación íntima, personal, profunda, quizás relacionada con experiencias y sentimientos que podemos identificar como propios; pero probablemente muchos de estos estudiantes nunca la conocerán,  porque hasta allí llegaron y quedaron ¡truncos!
      Se plasmó en el pizarrón y fue sometido al consabido análisis métrico: sílabas ortográfica, sílabas métricas, sonidos finales, fórmula de la rima... ¡hasta allí! ¡Nada más! No hubo ni una mínima alusión al contenido, tema, idea central, sentimiento expresado en ese poema mutilado, ni se leyó en forma oral para apreciar las particularidades melódicas, su ritmo, su musicalidad... Sólo fue eso: el análisis métrico de una estrofa como práctica para la prueba de la próxima semana. 
     Entre las nomenclaturas, las clasificaciones, las denominaciones teóricas de las metodologías de la enseñanza, de la didáctica de la literatura, ¿Qué nombre damos a este acto criminal contra la poesía y contra el espíritu de jóvenes que, por la edad y circunstancias personales, están abiertos a múltiples experiencias afectivas con todos sus matices? Esto por una parte.
     Por otra, ¿Cómo pretendemos acercarlos a la lectura, al placer de leer, al disfrute del goce estético con este tipo de prácticas de enseñanza?  ¿Qué podemos hacer? Una vez más: no hay respuesta única... Para no perder la costumbre recomiendo: ¡leer, leer, leer! ¡estudiar, estudiar, estudiar!, ¡disfrutar, disfrutar, disfrutar... la palabra! y además otras actuaciones que dejo las exprese Felipe Zayas: http://trestizas.wordpress.com/2009/06/18/felipe-zayas-competencia-y-solvencia-educativa/
     Finalmente, el autor del poema, ya fallecido, no se enterará (por fortuna) de lo que le hicieron a su  poema. 
    Tampoco estoy seguro si esto que escribo "activará alarmas", tendrá valor didáctico, promoverá reflexión... sólo lo expresé y punto; lo demás queda de parte de Uds. queridos lectores, queridas lectoras.
¡Tarde lluviosa de junio!


AEC/2013















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