martes, 10 de septiembre de 2013

Hola. ¡Mucho gusto! soy...



Recuerdo que en mi época de estudiante de bachillerato, cuando estudiábamos literatura nuestros encuentros con la obra literaria eran como "matrimonio obligado": muy pesados, sin vinculación afectiva, emocional, con su contenido ni con su autor; es más, recuerdo que llegábamos hasta el extremo de generar antipatía hacia estas personas (autores/autoras) que "parecía que no tenían oficio" (¡qué tal la inconsciencia sobre el oficio de escribir!) y lo que hacían era darnos trabajo. En muy pocas ocasiones (para no incurrir en la afirmación extremista de "nunca"), se nos presentaban estos hombres y mujeres en su dimensión humana (sólo algunos datos técnicos que aportaban las reseñas biográficas que eran tratadas como una tarea o "evaluación" más: ¿en qué año nació Miguel de Cervantes? ¿En qué ciudad y año escribió RG su principal obra?). No se nos daba la oportunidad de conocerlos con sus alegrías, tristezas, gustos, aficiones, manías... 
     Creo que si se hubiese hecho de esta manera, nuestra perspectiva como lectores noveles habría sido distinta, porque a la larga lo humano siempre nos ocupa, nos interesa, nos "toca"; las experiencias humanas conforman un tejido, una malla o red; en algún momento se conectan y entonces... ¡nos enganchamos!. Hay aspectos de la vida de ciertos autores y autoras con los cuales podemos empatizar y desde ahí comenzar nuestra relación amistosa con ellos/ellas y su obra. 
      Por allí deberíamos empezar en nuestras clases de educación literaria: con la presentación (cálida, informal) del autor o la autora en una suerte de:_ Hola ¡Mucho gusto! Soy...  Para esto nos podemos apoyar, aparte de las "frías y estructuradas" reseñas biográficas (a las cuales no les podemos negar su valor informativo),  en cartas, entrevistas, conversaciones o cualquier otro medio (de los muchos que contamos hoy). El docente de Lengua y literatura también es una narrador o contador de vidas y puede jugar un interesante papel en este encuentro y presentación inicial entre jóvenes lectores y lectoras y autores(as). Conocemos, por ejemplo, a Umberto Eco como distinguido filósofo,  crítico literario, semiólogo, comunicólogo autor de obras de gran envergadura como El nombre de la Rosa, El péndulo de Foucault, Apocalípticos e integrados, Tratado de semiótica general... pero no lo conocemos como un hombre cuya en cuya infancia la guerra se entrometión  con sus episodios de violencia, muerte, dolor, hambre y sin embargo al rememorar en una entrevista  esta etapa de su vida afirma:

¿No será que lo triste de la infancia es su recuerdo?
No, en la infancia hay grandes tristezas. Puede haber tristezas infinitas. No se es ni carne ni pescado. Yo tengo bellísimos recuerdos de mi infancia. Uno de ellos es el tiempo de la guerra.
¿Cómo se vive en la guerra?
¡Muy bien! Uno anda de un lado para el otro para salvar la vida, comiendo poco. Una bellísima experiencia… (risas). No, pero fuera de eso, todos los recuerdos de la infancia son dulces. He dicho que en la infancia hay grandes tristezas, pero cuando se recuerda la infancia es dulcísimo. De lo quehablaba es de las noches pasadas en los refugios mientras caían las bombas. Con los otros niños nos encontrábamos. Era lo normal que cayeran las bombas.  
  (ver entrevista aquí)


y así como ésta, refiere otras vivencias que nos muestran otro lado de Eco: menos rígido y distante, más cercano y amistoso. 
Pienso a los docentes de lengua y literatura como "Eros o Cupidos" que propician (con flechas de oro, no de plomo) relaciones gozosas, lúdicas con la obra y su autor. 

2 comentarios:

  1. Estoy muy de acuerdo con el planteamiento que se hace en el artículo, pienso que en gran parte el error cometido en las aulas de clase de Literatura es presentar las obras literarias con rigidez; como ya se ha hablado en discusiones anteriores esto es debido a la poca flexibilidad de los docentes al trabajar con el programa curricular de la especialidad, creo que los programas están allí como un medio y guía de los objetivos que se deben cumplir en la materia; pero éstos según la creatividad del profesor deben ser acoplados a estrategias didácticas que se adapten a las nuevas actitudes y comportamientos de los estudiantes actuales, es decir, una cosa es el programa y otra la planificación de los docentes de las actividades que realizaran en sus espacios de enseñanza.
    Es por ello que si el programa refiere que se debe hablar sobre autores de la literatura del siglo XIX, como Goethe, Oscar Wilde, Balzac, Jane Austen, entre otros. En nosotros como futuros docentes está la creatividad de llevar a través de diferentes estrategias a un viaje por el tiempo a los estudiantes, haciendo del aprendizaje de estos autores más vivencial, más humano y sobretodo mucho más divertido; para ello debemos estar empapados de información sobre el tema y así poder realizar de forma amena la explicación por el mismo dominio que se tiene.
    Leyendo acerca de los retos de la enseñanza de la legua y la literatura me encontré con una entrevista realizada por el Diario El País el 22 de noviembre de 2004 a JOSÉ MANUEL BLECUA un CATEDRÁTICO DE LENGUA Y ACADÉMICO en el III CONGRESO INTERNACIONAL DE LA LENGUA ESPAÑOLA, en la cual una de las preguntas que le hacen es: ¿de quién es la responsabilidad? Haciendo referencia a la responsabilidad de la enseñanza de la lengua y la literatura debido a los problemas que se presentan en la sociedad, a lo cual el responde lo siguiente:
    ¿De quién es la responsabilidad?
    R. Tenemos que crear un clima capaz de convencer a padres e hijos de que escribir y hablar bien y eficazmente es un gran valor. Cuando Carlos Fuentes empezó a hablar el otro día en el congreso, el teatro entero quedó preso de su voz. El vocabulario, la entonación, la modulación... fue el triunfo de la palabra. Creo que podemos convencer a la gente de que eso se puede lograr. Ahora que, con los ordenadores y los correos electrónicos, se escribe tanto, convencerles de que hacerlo bien es un valor que no tiene precio. Es un problema de mentalidad social. Somos todos, padres, hijos, maestros, profesores... quienes tenemos que estar convencidos y convencer de que algo tan intangible como el aprendizaje de una lengua tiene un valor incalculable. El problema en España es que todo eso se ha ido degradando, y más aún de cara al futuro. http://elpais.com/diario/2004/11/22/cultura/1101078002_850215.html
    Quise compartirlo porque me ha parecido acertada dicha respuesta, como futuros docentes debemos incentivar el amor por una buena escritura, por la lectura y por nuestra lengua; todo ello se logra desde nosotros mismos, aplicándolo principalmente en nosotros para así luego poder ir a las aulas de clases a llevar ese amor que tenemos dentro a los estudiantes.

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  2. Saludos Margarita: ¡gracias por tu aporte!también me animé a tomar de allí la siguiente cita: "No se enseña que la literatura es divertida y decisiva, que permite vivir grandes experiencias. Cuenta una escritora que ella lloró cuando murió uno de los mosqueteros, y otra, que la muerte de Amadís la hizo llorar." Te cuento que en mi casa, se sorprendían de que leer un libro (El Quijote) pudiese desencadenar tantas carcajadas y lágrimas al mismo tiempo: a la final, a solicitud de amigos y parientes, terminaba deleitándolos con los pasajes y episodios que sabía iban a calar en ellos y su experiencia vital.

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